Desgraciadamente todos los días se producen demasiadas malas noticias. Muchas ocupan espacio en nuestros periódicos, tiempo en nuestras emisoras de radio y televisiones. Otras muchas ni siquiera nunca se mencionan y, a menudo algunas de ellas ocupan el foco mediático apenas unos días y después caen en el olvido eclipsadas por otras más recientes sin que el problema del que hablábamos se haya solucionado. Otros situaciones afortunadamente mejoran o se solucionan después de la denuncia mediática. Ese es nuestro papel: dar a conocer la realidad por cruda que sea para que los problemas se aminoren, la vida de las personas mejore, y las injusticias no sean tales.
Por eso hoy debemos hablar de la noticia del momento, de cómo miles de personas huyen cada día de sus casas para alejarse de la guerra, o simplemente, de la pobreza y falta de oportunidades, en busca de una vida mejor. Desgraciadamente esta situación no es nueva, pues según ACNUR, sólo en 2014 hubo en el mundo cerca de 60 millones de desplazados forzosos.

Pixelada o sin pixelar, la difusión de la fotografía del pequeño Aylan nos ha hecho despertar del letargo. Los medios de comunicación y cada persona individualmente en las redes sociales se han encontrado con el dilema de qué hacer: ¿Difundir la imagen impactante del horror, o no hacerlo? El tema no ha estado alejado de polémica. Hay quien hablaba incluso de amarillismo. Medios como El Mundo, decicieron difundir el debate que se generó en la redacción por publicar o no esta fotografía.

Muchos medios decidieron como ellos publicar esa imagen. En redes sociales, la imagen se ha viralizado, e incluso hemos visto ilustraciones haciendo referencia a esta fotografía y problema humanitario.


Gracias a la difusión de la fotografía de Aylan, se ha generado todo un movimiento social en diferentes países en ayuda a la población refugiada. Ha sido la imagen que nos ha hecho despertar y pensar en qué podemos contribuir cada uno de nosotros a mejorar la vida de estas personas. Y es inevitable pensar, ¿y si nosotros estuviéramos en esa situación?, ¿y si nuestros hijos fuesen Aylan? Por poner un ejemplo cercano, hace no tantos años miles de españoles emigraron fuera de nuestro país en busca de oportunidades.

En diversas ciudades han surgido iniciativas para ofrecer su ayuda a los refugiados, como este grupo en Facebook, que en apenas unas horas ha conseguido más de 500 integrantes, y cuyo número va subiendo: Ayuda a refugiados en Zaragoza. A él puede unirse cualquier persona que quiera aportar ayuda (una habitación, comida, ropa, juguetes, idiomas…) a los refugiados que lleguen a la ciudad.
Y por supuesto, ONGs y entidades están impulsando iniciativas para ayudar a estas personas y que empezar de nuevo sea algo menos difícil. Y los gobiernos están debatiendo estos días sobre qué medidas se deben tomar.
La viralización de la fotografía de Aylan, así como grupos como éste ponen de manifiesto el poder de las redes sociales y el papel tan importante que juegan en la sociedad de la información. Se han convertido en las aliadas de los medios de comunicación, constituyendo un nuevo altavoz en el que difundir noticias y realidades. Y una vez más, los medios y los periodistas han tenido que recurrir a su ética para poner de manifiesto su responsabilidad de denuncia y de llamada a la acción. Sin denuncia, nuestra profesión dejaría de tener sentido.
Una respuesta a “Despertar del letargo”