El trágico accidente ferroviario de Santiago ha ocupado estos días muchas páginas de periódicos, y crónicas en radio y televisión. La magnitud de este lamentable suceso nos sirve para plantearnos varios temas de vital importancia en el trabajo de un periodista, que siempre tenemos presentes, pero que es en este tipo de acontecimientos cuando todavía cobran más fuerza.
En primer lugar, hablamos de la confluencia del derecho a la información y la libertad de expresión, con la ética profesional y el respeto a las víctimas. En la mayoría de los medios de comunicación hemos visto como se han conjugado perfectamente ambos aspectos, salvo alguna excepción, ofreciendo informaciones extensas y precisas, sin caer en crónicas e imágenes morbosas que poco aportan a la información en sí.
Ha habido algunas voces que no estaban de acuerdo con la emisión del vídeo en el que se podía ver el accidente, pero lejos del morbo, muchos profesionales valoraron que su inclusión podía ayudar a saber qué había pasado exactamente y determinar las posibles causas del siniestro. Es una decisión difícil, pues también hay que pensar en los sentimientos de los familiares de las víctimas, quienes ,por otro lado, reclamarán responsabilidades sobre lo sucedido.
Y precisamente es ahora cuando entra en juego uno de los papeles más importantes en el ejercicio profesional de un periodista: el de la denuncia y la cuestión sobre los hechos. Gracias a la labor de muchos compañeros conocemos factores que no parecen apuntar solamente a un fallo humano, sino también a otros como las condiciones de las infraestructuras. Sólo si se conoce toda la información, tanto los tribunales como los propios ciudadanos podrán sacar sus propias conclusiones. Y lo que es más importante; estas conclusiones deben servir para que una tragedia como ésta no vuelva a repetirse.
(Imagen vía Cuatro.es)